Esto es algo que escribí hace algunos años, después de que ocurrieran algunos eventos desafortunados a personas que conocía. Hoy, se vuelve a hacer vigente tras la inesperada muerte de uno de mis maestros. Descanse en paz, Dr. Jorge Pacheco. Su recuerdo perdura en las enseñanzas que dejó a sus alumnos.
Escenario: un salón de clases de sexto de primaria hace dieciocho años.
Como todos los días en el grupo 6o "C", la Sra. Elena Milera López, viuda de González, mejor conocida como "Miss Elenita", y que en paz descanse, dirige sus fríos ojos azules a uno de sus alumnos antes de comenzar la clase, y le pide que anote el pensamiento del día en el pizarrón. El estudiante se levanta, atemorizado porque había olvidado que ese día le tocaba el susodicho "pensamiento" (y vaya que la Miss Elenita infundía temor) (o terror) (o ambos), y camina lentamente hacia el pizarrón, buscando lo primero que se le venga a la mente, cualquier frase, cualquier refrán, cualquier dicharacho popular que lo pueda sacar del meollo en el que se encuentra. Después de unos segundos, sintiendo los ojos de la maestra clavarse en su espalda (olvidar el pensamiento era, después de todo, im-per-do-na-ble), garabatea en el pizarrón "El tiempo es oro", y voltea, buscando la mirada aprobadora de la maestra, que desde su escritorio se limita a asentir, casi imperceptiblemente. "Fiu!" exclama el estudiante, y pasa a ocupar su pupitre, feliz de haber esquivado un castigo casi seguro. Mientras tanto todos los alumnos se limitan a garabatear como autómatas las palabras en su respectiva libreta de pensamientos, y la maestra lee en voz alta el pensamiento: "El tiempo es oro...", y agrega "aprovechen su tiempo, porque el tiempo perdido, los santos lo lloran". No puedo decirlo con toda certeza, pero puedo casi asegurar que los que hace dieciocho años nos encontrábamos en esa aula, dedicamos cuando mucho 2 milisegundos a pensar en lo que nos había dicho la Miss Elenita, y no le dimos la más mínima importancia. A fin de cuentas, pensábamos en esa época, tiempo es lo que nos sobra. De esta manera, "el tiempo es oro" quedó relegado a algún cajón vacío y sucio de la esquina más recóndita de nuestra memoria junto con los otros 200 pensamientos de ese año, y el asunto quedó olvidado...
... hasta dieciocho años después.
Como buen cliché de comercial del día del padre, o en este caso, del maestro, me atrevo a decir "qué razón tenía la Miss Elenita, y cuán sabias sus palabras eran". Es triste que me hayan tomado 18 años para darme cuenta, pero los eventos a mi alrededor me hacen pensar cada vez más en lo valioso del significado de esa frase.
La mamá de un amigo mío, de cuarenta y tantos años de edad, mientras se encontraba de vacaciones en la playa, se empieza a quejar de que le hace falta la respiración. Como cualquier otro ser humano en su situación, le da poca importancia, pero al regresar a su casa la situación empeora cada vez más. Se le practican estudios y se encuentra que tiene un tumor. Siempre había sido sana, no fumaba, pero la biopsia mostró un tumor extremadamente raro, pero maligno. En pocos meses la señora muere, dejando a la familia, en primer lugar perpleja, y en segundo lugar desconsolada, porque lo esperable es que una persona de cuarenta y tantos años viva otros cuarenta y tantos, y como tal, se habían hecho planes a futuro. Planes que a fin de cuentas, quedaron truncados. El tiempo es oro.
Un destacado médico termina su especialidad y su subespecialidad. Va al extranjero a refinar su técnica mientras en su país lo esperan una alta posición en su hospital, reconocimiento, fama y fortuna. Al poco tiempo de llegar, y después de 15 años de estudio y esfuerzo, se le diagnostica un agresivo tumor en el cerebro, que tiene un promedio de sobrevida de pocos meses. Quince años de esfuerzo, sacrificio y preparación, para terminar de esta manera. El tiempo es oro.
Una conocida mía, más o menos de mi edad, recién y felizmente casada, con una hija también recién nacida, de repente pierde el conocimiento. Después de varios estudios se determina que tiene una hemorragia cerebral. Al cabo de varios días en terapia intensiva, despierta sin poder mover la mitad de su cuerpo y sin poder hablar, y con miras a una recuperación muy lenta, si es que la hay. Un día, tu vida es normal; al día siguiente no te puedes mover, dificilmente te puedes comunicar, y realizar actividades cotidianas es un logro. El tiempo es oro.
Historias como éstas seguro hay muchas, y seguramente las hay peores. Pero todas ellas tienen algo en común: Gente que se les acabó el tiempo. Y con esto no me refiero exclusivamente a la muerte, porque el tiempo no solo se le acaba a los que mueren, sino también a los que se quedan: tiempo de convivir con los que se fueron, tiempo de disfrutar alguna etapa de la vida, tiempo de vivir una vida sin limitaciones, en fin. "Tiempo es lo que nos sobra", pensábamos hace dieciocho años, cuando ahora es tiempo lo que nos falta. Empiezo ahora a entender el significado de lo que nos quería decir la Miss Elenita en ese entonces, sobre que el tiempo perdido los santos lo lloran. No creo que sean sólo los santos los que lloren por el tiempo perdido. Veo con frecuencia a mi amigo lamentarse por el tiempo que no pudo pasar con su mamá. Me imagino que mi amiga lamentará las veces que no le dijo a su esposo o a su hija cuánto los quería. Veo que a los que se refería la Miss Elenita no era a los "santos" en el sentido literal, sino a los que ya no tienen tiempo.
Después de esta (larga) reflexión, sin embargo, se me antoja muy borrosa la definición de "aprovechar el tiempo". ¿Aprovecharlo para qué? Por un lado las horas y horas que he pasado enfrente de la televisión (sobre todo viendo MTV, o películas repetidas) o jugando videojuegos me parecen un completo desperdicio de tiempo. Por otro lado, me parece que ese tipo de actividades son necesarias para compensar por la labor física o intelectual de nuestras labores, sean éstas las que sean. Lo que para mi es aprovechar el tiempo para algo, para otros puede verse como desperdiciado (como por ejemplo, escribir este blog que sé que nadie va a leer). Estoy seguro que el doctor de mi segundo ejemplo estaba convencido en que realmente estaba aprovechando el tiempo, entrenándose para ser un mejor médico y brindar un mejor cuidado a sus pacientes; pero también estoy seguro de que esa impresión cambió cuando se enteró de su diagnóstico, tal vez deseando haber estudiado una carrera corta, y vivir una vida sin pena ni gloria, pero con más tiempo para compartirlo con sus seres queridos.
¿Qué haríamos, entonces, si supiéramos cuánto tiempo nos queda? ¿Dejaríamos todas nuestras responsabilidades a un lado, tratando de disfrutar al máximo la vida? ¿Buscaríamos éxito profesional, o de algún otro tipo, para dejar un legado a otras generaciones? ¿O simplemente dejaríamos que nuestra vida transcurriera igual, y empezaríamos a preocuparnos faltando dos semanas para que se cumpliera el plazo? Tristemente, me parece que la mayoría de la gente optaría por esta última.
¿Qué hacer, dado que no sabemos cuánto tiempo nos queda? No sabemos si por delante nuestro se encuentra una próspera y larga vida, o si alguna enfermedad o algún accidente dejará todos nuestros asuntos terrenales no resueltos. Como diría un buen amigo: "yo no soy ningún filósofo contemporáneo", pero hasta este momento, me parece que la respuesta se encuentra en hallar un balance, un punto medio entre responsabilidad, seres queridos y recreación, y apostar un tercio de las fichas a cada uno, y, por más trillado que suene, disfrutar cada momento, porque el tiempo es oro, y el tiempo perdido los santos lo lloran.
- Jerry
Gracias por la reflexión Jerry. Hugo Sepúlveda
ResponderEliminarGracias por esta reflexión Jerry un abrazo
ResponderEliminarPues ya ves que si habemos gente que leemos esto, todos tenemos nuestros momentos de reflexion en alguna etapa de la vida
ResponderEliminarSaludos
Muy buena reflexion, poco tiempo tomamos para pensar en todo esto.
ResponderEliminarY claro que un buen pensamiento o frase siempre es bienvenida, apreciada y hasta deja un buen sabor de boca...
Gracias Jerry y sobre todo Paquito, por compartirlo.